“SEGUNDAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE PROSTITUCION Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS”

miércoles, 16 de marzo de 2011

PONENCIA: "Análisis de las representaciones de la masculinidad en alumnos varones de la carrera de ciencias de la Comunicación de la UNT - Capitulo: Prostitución"

“Segundas Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre  prostitución y  trata de mujeres niñas/os”

Facultad de Ciencias naturales 
Universidad Nacional  de Tucumán
10 y 11 de diciembre de 2010



PONENTES:
Dellepiane, Carlos
Pérez, Pablo  
Licenciatura en Ciencias de la Comunicación – UNT




1)    El Tema
El ejercicio de la violencia es parte constitutiva de la masculinidad., y se expresa       con enorme amplitud en diversas prácticas (deportivas, políticas, económicas, sexuales). Dentro del plano socio-sexual, la prostitución se recorta como una práctica paradigmática de la dominación masculina. El presente trabajo quiere echar luz sobre las representaciones que existen “del ir de putas”. Ya que esto  constituye un pilar de la masculinidad en sociedades patriarcales.
Es necesario indagar cómo se construye la masculinidad a través de esta práctica, y cómo esta construcción social biologizada se naturaliza.

2)    Antecedentes y Justificación
Los estudios sobre masculinidad no tienen una versión criolla demasiado desarrollada, ni consolidada. Por lo que el intento de estudiar estas cuestiones desde nuestra provincia es cuando menos, novedoso. Y al mismo tiempo se configura como una temática ineludible para desarrollar una investigación ulterior sistemática, también por sus implicancias políticas. Porque hablar sobre masculinidad es hablar de una identidad[1] que se desarrolla a partir de la dominación de personas “otras” y con menos poder.
Este trabajo quiere ser la patada inicial de un proyecto mucho más vasto que comprenderá al menos tres etapas complementarias de estudio; tres nodos temáticos, a saber: Violencia de género, Competitividad, y Liderazgo. La delimitación de estos tres segmentos del objeto de estudio no es azarosa, sino  que observamos que estas dimensiones  son relevantes en la construcción de la masculinidad, tal como la entendemos aquí.
El presente protocolo de investigación trata de ser un punto de entrada para desarticular la masculinidad, y evidenciar los mecanismos que la sostienen, como dispositivo pedagógico en una sociedad heteropatriarcal.
Reconocemos como antecedente directo de nuestro trabajo al movimiento lesbofeminista, bastante heterogéneo en su interior, que viene desarrollando toda una labor teorética en el discernimiento de los dispositivos de género. Sobre todo cuestionando el significante mujer _y por ende su contrapartida: el significante varón_  en una sociedad que se estructura en forma androcéntrica.
Toda esta labor de reflexión es el resultado de los condicionantes y coyunturas históricas que posibilitaron el salto de la mujer de la esfera privada a la pública en la moderna sociedad capitalista, y al mismo tiempo el fruto de décadas de investigaciones y prácticas desarrolladas por innumerables pensadoras lesbianas-feministas, que han sido sistemáticamente excluidas y hasta ridiculizadas por una Academia tan androcéntrica y heterosexista como la sociedad patriarcal en la que se desarrolló.  Creemos que esta investigación se justifica porque puede servir de diagnóstico para dar cuenta de las representaciones que tienen de sí mismos, en cuanto varones, los próximos “operadores semióticos” que trabajarán en la producción de discursos en las distintas esferas de la praxis (diarios, TV, radio, Internet, comunicación institucional).


3)Fundamentación Epistemológica
Vivimos en sociedades policontexturales. Donde nuestras coordenadas para actuar en el mundo provienen de referencias heterogéneas emitidas por las instituciones que pugnan entre sí por definir realidades creíbles y ponernos en nuestro lugar como  sujetos sociales de discursos particulares.
El discurso de la masculinidad intenta situar a todos los varones como masculinos y heterosexuales, es decir como dominantes de las mujeres y competidores ante los otros varones.
La masculinidad y la feminidad serían dos discursos particulares de la institución patriarcal, que se asientan en una concepción dicotómica y jerárquica de la diferencia biológica y anatómica entre los cuerpos sexuados.
Nos es necesario para el estudio que nos proponemos realizar utilizar como herramienta metodológica la propuesta teórica de Juan Luis Pintos. Este autor propone una Teoría de los Imaginarios Sociales que define a los mismos como   “estructuras socialmente construidas, que nos permiten percibir, explicar  e intervenir en lo que en cada sistema social diferenciado se tenga por realidad”[2]
Contribuir a precisar los alcances de dicha Teoría de los Imaginarios Sociales, un campo de estudio recientemente nuevo en las ciencias sociales que busca dar cuenta de los procesos de significación (operación de asignación, circulación, recuperación/elaboración de sentidos) que constituyen    las representaciones e imaginarios a partir de los cuales intervenimos en el mundo social a partir de prácticas concretas, nos parece pertinente dado que las representaciones de las identidades genéricas _vinculadas de manera íntima a las prácticas sexuales concretas, materiales_ tienen como uno de sus campos de acción privilegiados los discursos propuestos por los medios masivos de comunicación, que al mismo tiempo son objeto de estudio y de consumo por parte de los comunicadores sociales, e inciden por lo tanto en sus prácticas y representaciones.

Al respecto, Tajfel propone que las representaciones sociales “requieren responder a tres necesidades: a) clasificar y comprender acontecimientos complejos y dolorosos; b) justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos c) para diferenciar un grupo respecto de los demás existentes, en momentos en que pareciera desvanecerse esa distinción” (cfr. Páez, 1987:300)
En este sentido queremos aportar una teorización sobre Género en tanto concepto. Esta preocupación de tipo epistemológico proviene en gran parte de las confusiones que hay en su utilización. Sobre todos las ligadas a homologar género con sexo, confusión lingüística que tiene sus consecuencias a nivel político.
Por lo mismo, la propuesta es impulsar la búsqueda de nuevas herramientas metodológicas al interior de las ciencias sociales para poder describir los procesos de construcción de sentidos aportando desde el análisis de una práctica social concreta que se inscribe en el ámbito de la violencia de género.
Pareciera que en el momento mismo en que la mujer salta de la esfera privada y comienza a disputar espacios tradicionalmente reservados a los varones, y por lo tanto masculinos, la masculinidad es puesta en crisis en el plano socio-sexual. Rebrotan con mayor poder_de opresión_ prácticas que a todas luces configuran una violación a los derechos de las mujeres, asociadas a representaciones cada vez más extremas de la masculinidad.
Las representaciones que de la prostitución existen en nuestras sociedades facilitan que el grupo dominante en el plano socio-sexual lleve a cabo acciones lesivas contra la integridad y la vida de las mujeres, legitimando su explotación en la pornografía, la prostitución y comercio sexual en general.

4)El género: descubrimiento específico de la crítica feminista
Según la crítica feminista el género es un conjunto de ideas, representaciones, prácticas, prescripciones sociales que una cultura desarrolla a partir de una diferencia anatómica para simbolizar y construir socialmente “lo propio” del varón: la masculinidad; y “lo propio” de la mujer: la feminidad. No son esencias derivadas de la biología, sino construcciones simbólicas pertenecientes al orden del lenguaje y las representaciones; son el resultado de una producción histórico-cultural basada en los procesos de simbolización. El género entonces produce un imaginario social con una eficacia simbólica contundente, a tal punto que incluso para pensadores varones, como Pierre Bourdieu, la dominación masculina es parte intrínseca de la moderna sociedad capitalista. Tanto es así que las categorías mismas de pensamiento están moldeadas por esta dominación falogocéntrica.[3] 
Podríamos decir también que el género es usado por el pensamiento falogocéntrico para justificar el sexismo y la homofobia.
Judith Butler, desde la Teoría queer, concibe el género como el resultado de un proceso mediante el cual recibimos significados culturales, pero también los innovamos, y que deriva en actos performativos. La propia identidad  no sería un proceso de introyección pasivo y unidireccional, sino que los sujetos intervenimos activamente en tal proceso, en el cual el cuerpo es moldeado por la cultura mediante el discurso.
Para comprender al género Butler propone entenderlo en cierto modo como un disfraz (“drag”) y utiliza la figura del travestismo. Esta práctica sexo-genérica es una forma de apropiarse, teatralizar, usar y practicar los géneros. Si toda división genérica supone una imitación, una aproximación, pero no existe ninguna esencia de lo masculino o de lo femenino, ningún género original o primario a imitar, entonces el género es una especie de imitación para la cual no existe original alguno. Ahora bien, Butler sostiene la imposibilidad de desarrollar una sexualidad por fuera de los parámetros del género y por lo tanto por fuera de la lógica del Poder (es decir de la opresión). Aquí encontramos los límites de la teoría butleriana en cuanto a la sexualidad (sexo/género) por lo cual su pensamiento es más bien postfeminista, y entre sus derivaciones se encuentra la actual tendencia a considerar a la prostitución como “trabajo sexual” cuando es “consentida”.

Por el contrario,  para la crítica lesbofeminista, la deconstrucción del sistema patriarcal sexo-genérico implica la eliminación del género en cuanto opresión naturalizada, en cuanto hegemonía de los varones sobre las mujeres y en el desarrollo de una erótica y de una relacionalidad  no jerárquica, no construida en torno a asimetrías de poder ni centrada en el falo.
Para Butler la construcción social del género es inevitable, y en consecuencia todas las prácticas sexuales que garantizan el poder masculino, como la asimetría de roles sexuales, la pornografía, el sadomasoquismo y la prostitución no pueden ser abolidas. Y plantear la eliminación del género, es una especie de utopía, que distrae de la potencialidad subversiva de intercambiar los roles de género.
La enorme cantidad de papel y tinta invertida por Butler y sus seguidoras/es  queers y postfeministas para_ entre otras cosas _“dignificar” el “trabajo sexual”, paradójicamente no daría abasto para ilustrar con ejemplos provenientes de los medios masivos de comunicación acerca de cómo el cuerpo humano, en particular el cuerpo femenino, es hoy en día presentado como una mercancía más a consumir y descartar. Baste para ello hacer un poco de zapping.
Sheila Jeffreys, desde el lesbofeminismo radical y la militancia abolicionista, define al género desde una crítica radical a toda forma de jerarquía. Sitúa la construcción social de género en el contexto del sistema de la heteronorma como institución política y por tanto entiende al género como un conjunto de relaciones de poder material y simbólico ejercido por la clase sexual dominante (varones) sobre la clase sexual subalterna (mujeres y lesbianas).
En sus palabras, el género puede ser definido  como “una parafernalia tradicional de dominio y sumisión, poder e impotencia, que el sistema de supremacía masculina ha engendrado”
En su libro La Herejía Lesbiana, Jeffreys impugna con precisión y claridad lo que considera una concepción idealista y despolitizada del género por parte del postmodernismo y la teoría queer, al menos en las formulaciones de Butler, Halberstam, Califia, Paglia, Mapplethorpe y otras/os autores/as lésbico-gays, sadomasoquistas y postfeministas. Además de demostrar con gran profusión de datos históricos tomados del voluminoso corpus feminista radical (con frecuencia soslayado por la Academia)  que la construcción social del género no es una genialidad de las teorías postmodernas sobre la sexualidad sino un descubrimiento específico del pensamiento feminista y, al mismo tiempo, un principio fundamental de cualquier praxis política feminista digna de ese nombre. Respecto a concepción butleriana del género, sostiene que:
“la idea del carácter inevitable del falogocentrismo, me parece una definición brutalmente determinista y pesimista y que consigue anular el proyecto feminista de los últimos veinte años (…) La supremacía masculina no solo se perpetúa porque la gente no se percata de la construcción social del genero, o por una desgraciada equivocación que debamos corregir de alguna manera. Se perpetúa porque sirve a los intereses de los varones. No hay razón por la que los varones tengan que ceder todas las ventajas económicas, sexuales, y emocionales que les brinda el sistema de supremacía masculina solo por descubrir que pueden llevar faldas. Por otra parte la opresión de las mujeres no solo consiste en tener que maquillarse”. Los juegos de inversión y parodia de los géneros, presentes en expresiones de la cultura de masas y de ciertas tribus urbanas bajo la forma, por ejemplo, de “varones con faldas” o “mujeres con corbatas”, o el hecho de que  algunas mujeres accedan a la práctica de deportes tradicionalmente masculinos caracterizados por la competencia y la imposición del más fuerte,  “no bastan para liberar a una mujer de su relación heterosexual mientras el abandono de su opresión le puede causar un sufrimiento social, económico, físico, y en algunas ocasiones la perdida de la vida”
La construcción social del  deseo heterosexual en una sociedad patriarcal, consiste para Jeffreys en la connotación erótica de la desigualdad entre los géneros, es decir la erotización de la masculinidad (dominante) y de su contrapartida: la feminidad (sumisa). Vivimos, pues, en una sado-sociedad.  
Es sin duda en la prostitución donde la erotización del poder se evidencia con más crudeza. Ya que esta reducción del cuerpo humano a mercancía es lisa y llanamente la violentación de la mujer en razón de su condición de tal.
Si bien la heteronorma[4], esa sexualidad sadomasoquista en la que se nos entrena desde que nacemos, se basa en la interpretación jerárquica y dicotómica de la diferencia biológica entre machos y hembras humanos, también es cierto que la identidad de género y la orientación sexual son construcciones socioculturales, y por tanto la masculinidad y la feminidad se dan tanto en las relaciones entre hombres y mujeres como en las relaciones entre personas del mismo sexo. La masculinidad y la feminidad no son sinónimos de varón y mujer respectivamente, sino que son los parámetros de dominio y sumisión en los que la sociedad heteropatriarcal entrena en forma diferenciada a varones y mujeres.
Por tanto, la propuesta política que se deriva de la teoría y la praxis lesbofeminista no consiste en la inversión de los roles sino en la superación de los mismos; consiste en la construcción de identidades emancipadas de los estereotipos y guiones masculinos y femeninos, y de una erótica centrada en la construcción de lo que Jeffreys llama, no sin cierta ambigüedad, el “deseo homosexual”. Jeffreys resignifica el término “homosexual” para denominar una erótica igualitaria, horizontal y no jerárquica, sea que tenga lugar entre mujeres, entre mujeres y varones, o entre varones. Excluye por lo tanto toda forma de prostitución.

5)Feminismo: filosofía política de la praxis sexual
Dentro del vasto universo de la sexualidad patriarcal, planteamos como núcleo de una futura investigación el estudio de las representaciones sobre  la prostitución en un recorte poblacional acotado: los varones de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UNT. Es decir: ¿Cómo estos sujetos viven su adscripción al género masculino a través de esta práctica que realizan? ¿En qué medida continúan realizándola, pese a una supuesta “liberación sexual” que hace más accesibles los coitos heterosexuales por fuera de la prostitución? ¿Cuáles son los imaginarios y las fuerzas que desde las instituciones los interpelan  a ser parte de esta forma de violencia machista, aunque sea desde el discurso? ¿Cómo se vinculan todas estas variables con las representaciones mediáticas sobre mujer y varón que estos sujetos a la vez consumen y estudian (o debieran estudiar)?

6)Objetivos generales:
_Aportar datos de una práctica concreta a la Teoría de los Imaginarios Sociales.  _Aportar una teorización sobre la precisión conceptual del Género como categoría de análisis.
Objetivos específicos:   
·         Enumerar y distinguir los elementos – dispositivos discursivos (verbales y no  verbales) que construyen la masculinidad en los alumnos varones de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UNT a partir de la prostitución en sus representaciones mediáticas.          
·         Ejemplificar las representaciones mediáticas de masculinidad que circulan entre estos sujetos, con prueba documental.          
·         Poner en relación variables de género y clase dentro del corpus elegido
·         Determinar si estamos ante la presencia de una resignificación de la masculinidad tradicional o de una superación de los modelos de varón centrados en la masculinidad como tal ( es decir el rol dominante)


7) Hipótesis
1) A mayor persistencia de representaciones sexistas en los imaginarios sociales (y por ende en las representaciones mediáticas), mayor legitimación del consumo de prostitución.
2) A mayor desigualdad de poder material y simbólico entre varones y mujeres, mayor explotación sexual de mujeres en prostitución, incluso a través de las industrias culturales vinculadas a los medios masivos. 



8)Metodología
Rastreo y análisis bibliográfico: Teoría  de los Imaginarios Sociales de Juan Luis Pintos. Análisis semiótico del discurso desde la propuesta de Eliseo Verón. Definición de identidad, género, sexo, y orientación sexual desde el análisis feminista radical de Sheila Jeffreys y  la teoría queer de Judith Butler.  Ambas propuestas teóricas, aunque en cierto modo parten de bases “radicales”, no son coextensibles ya que se desarrollan en sentidos harto diferentes.   
Definición del corpus a estudiar: El recorte se hará dentro de la población estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras, segmentando a los alumnos de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Y dentro de esta fracción, vamos a tener en cuenta tres variables: la de género (varones), la etaria (18-25 años) a priori, y la de clase (a determinar).
Relevamiento de datos del corpus elegido: Se elegirá como técnica de muestreo un focus group (de 5 a 8 sujetos) con el objeto de recabar datos que nos permitan realizar un cuestionario para dar   cuenta de variables que nos posibiliten construir tipos ideales de consumo de prostitución vinculados a los medios.
Análisis de los datos obtenidos del corpus elegido: De los datos obtenidos haremos un cruzamiento de las variables establecidas con el objeto de dar respuestas a los problemas e hipótesis de trabajo propuestas. Se hará a través del marco teórico tripartito mencionado líneas arribas.
    

  Bibliografía

  • Butler, Judith (1990), El género en disputa, Buenos Aires, Paidós.
  • Jeffreys, Sheila (1996) La Herejía Lesbiana, Madrid, Cátedra.
  • Jeffreys, Sheila (2002) La cultura de la prostitución, Estocolmo, Conferencia de la CATWA.     
  • Pintos, Juan Luis (1999), Los Imaginarios Sociales del Delito: La construcción social del delito a través de las películas (1930-1999), Santiago de Compostela, en www.web.usc.es.
  • Verón, Eliseo (1971), El proceso ideológico, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo.
  • http://warogenero.blogspot.com/2009/05/falogocentrismo-derridiano.html
  • Bourdieu, Pierre (2000) La Dominación Masculina, La Dominación Masculina, Anagrama.







[1] "Las identidades, diremos que son construcciones socioculturales elaboradas en los discursos, cuyos cimientos y nutrientes están en las representaciones e imaginarios sociales. Así unida a los imaginarios y representaciones y discursos sociales, la identidad esta desligada de cualquier elemento universal, trascendental o a-histórico de la persona. La identidad tiene que ver con lo igual y con lo diferente, con lo personal y lo social. (...) La identidad es una cuestión de representación, en cuanto proceso de significación (operaciones de asignación, puesta en circulación y recuperación/ reelaboración de sentidos) Las prácticas significativas de la vida cotidiana son el lugar donde la identidad se constituye como forma de representación en la que es fundamental el lenguaje. Por lo tanto, las identidades son construcciones discursivas (formadas y /o reguladas por el discurso); de hecho, no puede haber identidad, experiencia o práctica social que no esté construida discursivamente, puesto que no podemos sustraernos del lenguaje.” (M. S. Alonso de Ruffolo y Pedro A. Gómez: Imaginarios, representaciones sociales e identidad en la comunicación. Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2006)

[2] Los imaginarios sociales operan a través de un meta-código en los sistemas sociales diferenciados, en el interior de un medio especifico, propio de cada sistema, a través de un código de relevancia/opacidad y generan formas y modos que funcionan como realidades. La forma de comunicación en cada medio concreto es la de señalar las relevancias, dejando fuera las opacidades, dejando fuera de la percepción comunicativa las opacidades que podrían dañar los intereses que representa. Los imaginarios sociales operan generando formas que naturalizan las construcciones de realidad diversa. La distinción que señala el código tiene que ver con la perspectiva fenomenológica de “presencia y ausencia” y con una perspectiva fílmica de “dentro de campo y fuera de campo. El polo positivo del código es el que define la relevancia. Pero este polo también necesita de aquello que queda afuera, lo que no aparece, lo ocultado, lo que se pretende que no tenga realidad pero sin la cual no hay realidad posible.
La operación del código no tiene  como resultado una realidad estable y sustantiva, sino que de sus operaciones resulta una perspectiva que nos permite criticar las evidencias que se presentan como realidad y desvelar sus mecanismos constructivos, su vinculación a referencias contingentes y su valor como generador de convicciones y acciones a ellas vinculadas.
Pero esto nos lleva ya a detenernos en lo que podemos señalar como funciones de los imaginarios sociales:
  • Producir una imagen de estabilidad en las relaciones sociales cambiantes.
  • Generar percepciones de continuidad en experiencias discontinuas.
  • Proporcionar explicaciones globales de fenómenos fragmentarios.
  • Permitir intervenir en procesos construidos desde perspectivas diferenciadas.
Los imaginarios se construyen y reconstruyen en tres ámbitos diferenciados: en el sistema específico diferenciado (política, derecho, religión, ciencia, etc.). En el de las organizaciones que concretan la institucionalización del sistema (gobiernos, bancos, iglesias, etc.). En el de las interacciones que se producen entre los individuos en el entorno del sistema.
Podemos observar la construcción de los imaginarios (…) aplicando los procedimientos de:
  • Critica de las evidencias
  • Construcción de observables
  • Mecanismos que se activan en un doble nivel: a) observación de primer orden (se cuenta lo que se ve) b)observación de segundo orden (se observa cómo y desde donde ve y cuenta el observador de 1º orden)
  • Mediante la aplicación del cogido relevancia /opacidad. (Pintos Juan Luis en M. S. Alonso de Ruffolo y Pedro A. Gómez: Imaginarios, representaciones sociales e identidad en la comunicación. Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2006)

[3] El falogocentrismo es un concepto que acuña Derrida para referirse a la unión de los términos logocentrismo (poder del conocimiento) y el falocentrismo (poder del hombre, del falo ). Ambos se solidarizan estratégicamente para estructurar y garantizar el fundamento hegemónico de la razón patriarcal. Entonces, el falogocentrismo se ha impuesto como el único referente de conocimiento, especialmente en el campo político y cultural.
[4] Heteronorma es el concepto usado en el pensamiento lesbofeminista para designar la institución de la heterosexualidad obligatoria, base de la supremacía masculina, la sumisión femenina y la homofobia.  

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