“SEGUNDAS JORNADAS NACIONALES ABOLICIONISTAS SOBRE PROSTITUCION Y TRATA DE MUJERES Y NIÑAS/OS”

miércoles, 16 de marzo de 2011

DISCURSO DE APERTURA

“Segundas Jornadas Nacionales Abolicionistas sobre  prostitución y  trata de mujeres niñas/os”

Facultad de Ciencias naturales 
Universidad Nacional  de Tucumán
10 y 11 de diciembre de 2010




Magui Bellotti  - ATEM “25 de noviembre” -  Campaña Abolicionista Buenos Aires


Es para nosotras una gran satisfacción poder estar hoy con todas y todos uds  realizando estas 2das jornadas nacionales Abolicionistas sobre prostitución y trata de mujeres y niñas /os, en el marco de una propuesta que parece ir contra la corriente del establishment nacional  e internacional  y que sostenemos como parte de un proceso revolucionario de las costumbres, la vida cotidiana y de la política iniciado por el feminismo abolicionista hace más de 120 años.

El camino que hemos elegido no es fácil, ni desde el punto de vista de las ideas  dominantes instaladas sobre la prostitución, agravadas por la globalización económica, social y cultural que las imponen, ni desde las acciones concretas de cambiar las costumbres personales de las y los integrantes de sociedades acosadas por un bombardeo permanente de propuestas discriminatorias y opresivas hacia las mujeres y niñas/os, que nos cosifican cada vez desde más temprana edad,  en función de la construcción de sociedades prostituyentes.

A niveles tanto nacional como internacional, hemos avanzado en la consecución de derechos, pero en el plano de la violencia vemos un agravamiento, que a su vez restringe el pleno ejercicio y disfrute de esos derechos. En el caso de la prostitución de mujeres y niñas/os, que consideramos parte de la violencia de género,  se la propone como parte normal y natural de la vida, legitimando de esa manera a proxenetas, rufianes y tratantes, cuyas actividades quedan impunes.

Los medios de comunicación utilizan un discurso legitimante de  la prostitución, mostrándola como  un bien al que debemos acceder las mujeres si queremos tener éxito en nuestras relaciones personales y en nuestros trabajos,  proponiéndonos  la aceptación y el sometimiento a ese discurso discriminador y opresivo, para no ser juzgadas con el rasero de los moralistas vestidos de liberales, que nos acusan de “puritanas” y “anti-sexo” por no consentir una sexualidad impuesta en  beneficio de la consolidación del poder masculino en todas las áreas sociales, y que, a su vez,  contribuye a la pérdida de poder de todas las mujeres como colectivo. 
Estas acusaciones  descalificatorias son, en definitiva, un recurso usado por quienes sostienen el sistema prostituyente.

La utilización de la sexualidad para denigrar a las mujeres, propia de nuestra cultura actual, tiene numerosos puntos de contacto con el pensamiento puritano y represivo: ambos consideran a las mujeres- o al menos a un grupo de ellas- como seres puramente sexuales, ambos imaginan una sexualidad femenina adaptada a las fantasías y deseos masculinos, para ambos esos cuerpos son puros objetos para el goce de los varones, pecaminosos en un caso, juguetes que se adquieren en el mercado en el otro.

 Mal necesario o bien social, los reglamentaristas de ayer y de hoy coinciden en reivindicar  el derecho masculino a acceder, a cambio de un precio en dinero, a los cuerpos de las mujeres y niñas/os y de otros sujetos feminizados. En las condiciones actuales del patriarcado capitalista, lo hacen en nombre de la libertad de elección.

Como señala Catherine Mackinonn, “el dinero coacciona al sexo”. No es, por tanto, compatible con la libertad sexual. Tampoco lo es con el placer de las mujeres; por el contrario, forma parte de una construcción de la sexualidad en la que los varones son considerados los sujetos activos y las mujeres quienes debemos someterse a los impulsos “irrefrenables” de los hombres. Es decir, una sexualidad androcéntrica.

Para quienes reivindicamos el placer sexual y hemos recorrido una larga experiencia de hablar entre mujeres, sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestros deseos, resulta claro que aquí no se juega nuestro placer ni nuestra libertad. La sexualidad es una búsqueda, a veces compartida, otras veces no, pero que implica, cuando se comparte, reciprocidad, placer mutuo, alegría y encuentro.

Hablar de libertad en la prostitución es considerar que es posible y deseable elegir la propia opresión, la propia explotación, la propia condición de cosa y de mercancía.

No se trata, por tanto, de un problema moral, de una lucha entre el bien y el mal, sino de una cuestión política, porque se inscribe en las relaciones patriarcales de poder masculino y desigualdad y, por tanto, en la construcción de una sexualidad androcéntrica de dominio, así como en las desigualdades de clase.

La prostitución es junto con la heterosexualidad obligatoria el núcleo duro de nuestra opresión, es la apropiación por parte de los varones, de la   intimidad sexual de las mujeres como género, porque cualquier mujer, en cualquier momento de su vida, puede ser colocada en ese lugar

En realidad, detrás de esta defensa de la libertad de ser prostituídas, o de lo que se ha denominado “trabajo sexual”, se esconde un negocio de miles de millones de dólares, que se construye sobre el cuerpo de las mujeres y niñas, que no son las beneficiarias del mismo, sino las explotadas y oprimidas. En esta fase del capitalismo patriarcal, nada puede quedar fuera del mercado, ni la intimidad, ni la sexualidad; toda la vida debe ser reducida a mercancía.

Desde el abolicionismo, luchamos por un mundo en que ningún ser humano sea prostituido, explotado ni oprimido, donde la libertad sea sinónimo de inexistencia de opresión y explotación.

Nuestras luchas actuales, comprenden:

1)    Poner fin a toda forma de represión contra las personas en situación de prostitución. Reclamamos la derogación de las figuras de los Códigos Contravencionales y de Faltas que las penalizan, así como todas las disposiciones antidemocráticas de los mismos, dirigidas a perseguir a personas vulnerabilizadas.

2)    Penalizar efectivamente a proxenetas, rufianes y tratantes. En ese sentido, abogamos por la reforma de los delitos de proxenetismo, rufianismo y trata de personas, adaptándolos a las convenciones internacionales, especialmente el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena y la Convención por la Eliminación de toda forma de discriminación contra la muejres. La promoción, facilitación y explotación de la prostitución ajena, así como la trata de personas, deben ser perseguidas por sí mismas, sin que sea necesario probar la existencia de violencia, engaño, abuso de una situación e autoridad o de vulnerabilidad, amenazas o cualquier otro tipo de coerción o intimidación, como sucede con las disposiciones legales ahora vigentes.

3)     Reclamar políticas públicas que permitan que las personas puedan salir de la prostitución. Estas políticas deben comprender como mínimo: trabajo, capacitación, vivienda, salud, educación.

4)    Generar campañas de sensibilización de la población sobre la explotación sexual que supone la prostitución, el papel prostituyente de los medios de comunicación, la figura del “cliente” y su responsabilidad, la impunidad con que se manejan proxenetas, rufianes y tratantes, así como sobre la posibilidad de una sexualidad libre de las cadenas de la cosificación.

Por todo esto, invitamos hoy a profundizar en el abolicionismo, a compartir ideas y propuestas, a debatir, a disentir, a acordar.

La construcción de un mundo sin prostitución necesita de los aportes y las luchas de todas y todos.






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